Roger Pistola

A punt i a part

A punt i a part

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O el fuego redentor. Perdò, però (autoeditado, 2014) apuntaba alto -demasiado, incluso- pero es A punt i a part (Velomar Records, 2015) el encargado de confirmar muchas más cosas de las que su propio creador habría podido imaginar: desde su envidiable inventiva hasta la aparente y despreocupada naturalidad que tiene a la hora de componer música útil, trascendente, necesaria. Todo esto, además, dentro de un ciclo que nunca acaba de cerrarse, en el que Roger Pistola Mascaró (Manacor, 1989) demuestra encontrarse en una continua metamorfosis: sin haber cumplido los treinta años, Roger se ha reinventado tantas veces como cualquier artista que haya dedicado su vida entera a la música.

Poco a poco, hemos visto crecer al niño que prefería los instrumentos musicales a los juguetes para convertirse en el atormentado adolescente que se pone al frente de los precoces Kard's Piken. Después, instalado en Barcelona, se convirtió en el motor creativo de unos See que, después de dos rotundos trabajos, terminaron por mudar en los actuales Mayday Disorder. Le hemos visto, también, como fiel acompañante de la cantautora Ivette Nadal, al tiempo que circulaba por los hoteles de Levante a golpe de versión con los Train of Love. O burlarse del santo y de la fiesta con los satirícos Mo Beim, donde comparte line up con su hermano Joan Adrià.

Lo que más me gusta de este notable currículum - del que, seguro, me estoy dejando algún episodioes su álter ego en solitario. En su lengua propia, y con una proximidad que cautiva desde la primera escucha, Pistola consigue facturar auténticas luminarias acústicas cuando se despoja de la electricidad. Es aquí, en el terreno del unplugged, donde se mueve como pez en el agua: entre Tom Yorke y Jeff Buckley; entre Elliot Smith y Nick Drake; entre Fleet Foxes, David Bowie y Chet Baker, a los que rinde tributo en secreto dentro de algunos de los collages sonoros que incluye A punt i a part.

El éxito de este trabajo es ofrecernos al mejor Roger: toda su experiencia vital y el bagaje acumulado a lo largo de estos años estalla en once canciones que contienen las que, hasta ahora, son sus mejores melodías y letras. La razón es sencilla: A punt i a part mantiene intactas algunas de las características básicas de su sonido -la fuerte carga introspectiva o la vocación melodramáticaque, ahora, se magnifican con un mayor sentido de la épica y la emoción. Ni un mal giro, ni un cabo suelto: la harmonía y profunda calidez que transmiten canciones como "Segones oportunitats", "Al final", "Equilibri II" o el tema homónimo -por citar solo algunas- confirman, como decíamos, todos los buenos augurios y corresponden al oyente con una inmejorable colección de perlas sonoras, por momentos agridulces, pero siempre emocionantes y encantadoras.

Este disco, impregnado desde el principio al final por el espíritu del do it yourself, demuestra cómo de nuevo Roger Pistola ha sabido modelar sus vivencias hasta convertirlas en canciones de tres y cuatro minutos. Esta forma de entender la música -terapéutica, dirían algunos- acaba por convertirse en un necesario bálsamo auditivo: su brillo, lejos de apagarse, aumenta con cada escucha que se hace. Y, al mismo tiempo que desmonta el tópico que dice que segundas partes nunca fueron buenas, Pistola demuestra ser uno de los músicos isleños más completos de su generación.

Tomeu Canyelles

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